|
Es viernes. Desde la ventana puedo ver cómo, en mi hermosa ciudad, el viento juega con las hojas de los árboles desnudos por el otoño. Realmente no estoy seguro de qué fecha es... Mis únicas memorias, desde aquí, son de mi infancia, de mis amigos, de mis primeros amores y mis trabajos, los buenos libros. Y...bueno, la verdad es que una cosa tan superficial como las fechas o nombres no recuerdo, o tal vez ni siquiera me escuchan cuando los pregunto, no lo sé.
Sé que es viernes porque los remates aquí se realizan los miércoles, viernes y sábados, y éste, como se imaginarán, es el segundo de la semana. La martillera se llama Ester, eso creo, porque, cada vez que la llamo no me escucha, así que no sé si es mi error o su sordera. Por suerte no estoy solo; claro que mejor ni hablar de la compañía, porque ellos no son muy buenos conversadores y, además, tampoco me escuchan; no es que necesite un psicólogo urgente, pero es que ya ha pasado mucho tiempo.
Te pido que, si encontrás esto, por favor, intentes ayudarme; está bien, es mi castigo, pero, tanto yo como los demás estamos muy tristes, solos y también atrapados, aquí; todos nosotros caímos por
nuestra propia culpa y por ella seguiremos hasta que este fastidioso círculo se cierre.
Todo comenzó en mi mudanza, por trabajo, porque yo era un funcionario de la Aduana y por eso llegaba a enterarme de cada uno de los remates que se realizaban. Bueno, continuando con mi relato, como ya he dicho, me tuve que mudar de mi pueblo a la ciudad, para que la oficina me quedara más cerca. Allí compré una gran casa con pileta, jardín y varias habitaciones, entre ellas, mi estudio.
Como tenía que amueblar mi nuevo hogar fui a varios remates, en los cuales conseguí todo lo que necesitaba y bien, en uno de los lotes -lo recuerdo como si fuera ayer, aunque hayan pasado años- había un juego de nueve cuadros de casas con hermosos paisajes de fondo, adornos en una serie que iba del siglo XII al XIX, unos cuantos libros y un espejo de pie, pequeño, del siglo XVI. A mí, aunque ya tenía todos lo otros muebles, me gustó y lo compré.
Algo raro en este suceso fue que el único que ofreció dinero fui yo.
Al llegar a casa me quedé esperando que llegaran los muebles y, como siempre, lo que pasó, finalmente, fue que debí esperar al día siguiente. Esa noche soñé con toda mi casa, la vida que tenía y hasta con mi trabajo. A la mañana siguiente, vino la mudanza con mis nuevos enseres. Coloqué todo, según mi gusto, en su orden.
Mientras alimentaba al gato, horas después, saqué el último lote, comencé con la clásica inspección, esa del ojo observador y minucioso.
Me di cuenta de que los adornos eran treinta y seis, cuatro por cada cuadro; los mismos estaban pintados a mano y finamente espolvoreados con pistilos dorados. Luego me fui al estudio para acomodarlos; coloqué, uno a uno, cada objeto en su lugar y sobre el escritorio dejé el espejo, era ese el mejor lugar. Me gustó mucho, devolvía una imagen muy vívida y era como si dejara entrever sombras por detrás. En ese preciso momento se apagó la luz; había saltado uno de los tapones, pero esta vez me sobresaltó de tal manera que me quedé extrañado. Escuché al gato saltar en la cocina, quizás asustado. Llamé a la compañía de electricidad para que mandaran a alguien a arreglarlo. Mientras tanto yo esperaba. Tomé una radio linterna, puse música y encendí la luz. El gato saltó sobre mí y mientras tanto yo miraba mi espejo. -"¡ Cómo me gustan mis cosas"! - dije- " Cómo me gusta mi espejo!" y finalmente, un suspiro.
El animal maullaba mientras yo seguía fascinado por ese hermoso espejo; cuántas cosas....Para desconectarme, tomé los libros, había uno de poesías. Cuando lo abrí, de él cayó una nota:
-" A quien esté leyendo esto: una advertencia, nunca mires fijo al espejo, por favor, es por tu bien..." Y al pie de ésta, las firmas, de nueve desconocidos...
En ese momento, el espejo comenzó a girar rápidamente; el gato corrió, espantado; la luz, repentinamente, se prendió y un temblor corrió por mi cuerpo y por toda la habitación; creo que me desmayé, en ese preciso momento...
-" ¡ Cómo me gusta mi espejo!!. Desde él puedo ver todo lo que pasa en el mundo real..."
Ahora son diez los cuadros; uno de ellos, mi casa; cuarenta son los adornos; mi favorito es el gato, mi gato; hay un libro más, uno de "Finanzas de la Aduana" y sigue estando el mismo espejo, nuestro espejo, que nos sigue trayendo hasta este lado. Yo soy el décimo y si encontraste esto podrás ver una firma más al pie de la nota y una poesía más que describe mi vida...
"Lote Nº5, libros y antigüedades, base diez mil...
-¡Diez mil quinientos!...
-¡ Diez mil quinientos a la una, a las dos..., vendido a la señorita !"...
Ahora somos once, con cuarenta y cuatro adornos, otro libro, uno de "Cocina de clase mundial" y el mismo espejo...
¿Quién sabe? Quizás, en el próximo lote, con la próxima compra, tú completes la Cros docena, con cuarenta y ocho adornos, un libro más y el mismo
espejo.
Valeria Cros Báez
1º
Año Polimodal
Un 23 de enero, Jorge L. fue invitada a un cumpleaños por su amigo Javier. Después de mucho pensarlo, Jorge L. decide ir, acompañado, como siempre, de su guitarra, y, esta vez, de un ramo de
rosas.
En la fiesta conoce a una hermosa joven, llamada Esmeralda. (Sin saberlo él, ella era la que cumplía
años.)
Desde el instante en que se conocieron, los dos se sintieron fuertemente atraídos. Esa noche, él dedicó una bella canción a Esmeralda. Los dos no dudaron ante el deseo de volver a verse.
Salieron juntos en varias oportunidades. El amor que se profesaban era tan grande, que al poco tiempo decidieron
casarse.
El día 23 de cada mes, Jorge L. le cantaba a su amada una dulce canción de amor, tal como había hecho el día en que la
conoció.
Sí, le cantaba aquella misma canción como demostración del gran afecto que sentía por
ella.
Pasó el tiempo... Faltaba poco para el nuevo cumpleaños de Esmeralda. El decide preguntarle a ello si lo amaría por el resto de su vida. Como Esmeralda, amorosamente, le contesta que sí, él le hace prometer que nunca lo
olvidará.
Una sombra cruza por el rostro de la joven. Se siente
confundida, intranquila:
-¿ Por qué dices estas palabras? ¿Acaso dudas de mí? Nuestro amor existirá por siempre. Nada nos impedirá estar
juntos. -dijo fervorosamente.
Dos días antes del cumpleaños de su amada, Jorge L. debió viajar a Santiago del Estero por cuestiones de
trabajo.
Mientras el muchacho recorría la ruta en su automóvil, tarareaba aquella dulce canción que ya les pertenecía a los dos. Conducía tan abstraído en su felicidad, que no vio el animal que se cruzaba en su
camino...
Una llamada destruyó el alma de Esmeralda. Su amado había muerto en un accidente lamentable, mientras viajaba a Santiago.
Muy angustiada, con una depresión que la ahogaba, la joven no encuentra cómo fortalecer su corazón. Trata de evadirse de lo sucedido; no quiere darse cuenta de la cruel
realidad.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ese 23 de enero se encontraba en el living de su casa, llorando, como
siempre, cuando imprevistamente escucha una música suave, a lo lejos, como si viniera de su habitación. ¡ " La canción, nuestra canción!", piensa, conmocionada.
Recorrió, enloquecida, cada rincón de la casa, buscando. . . ¿qué? ¿a quién?, Y la canción no se detenía; seguía, seguía, con aquellos acordes tan dulces e inolvidables.
Casi desfalleciendo, llegó hasta su habitación. Y allí lo vio: sobre su cama, un ramo de rosas, y junto a éste, una imagen borrosa que se alejaba lentamente, hasta desaparecer, mientras la añorada voz murmuraba:
"Esta canción y este ramo de rosas te acompañarán cada 23 de enero representarán el amor que siento por ti, este amor que venció a la muerte, que será eterno, como tú lo has dicho.
¡ Amor mío!
Melani Torcivia
2º
Año Polimodal
Eran las cinco de la tarde y, como todos los viernes, Maximiliano, de seis años, salía corriendo de la clase para no llegar ni un minuto tarde al entrenamiento de fútbol que tendría lugar en el campo de deporte de su colegio de Buenos Aires.
La oportunidad era algo muy importante, ya que como decía el profesor..... "la disciplina es la base de un equipo de fútbol, sin ella el equipo no existe"....
El principio, como siempre, consistía en un montón de ejercicios físicos. Empezaban corriendo alrededor de la cancha, agachándose y levantándose, tocando con las manos el suelo y cambiando el sentido de la marcha cada vez que el entrenador hacía sonar su silbato. Los primeros días del curso eran un verdadero lío: chocaban uno con otros en cada cambio de marcha. Más tarde formaban parejas y, acostados en el suelo, sujetándose uno a otro por los pies, intercambiaban la pelota, o realizaban carreras cortas, esquivando conos de plástico, a lo largo de la cancha.
En fin, después de una hora de entrenamiento físico, Maximiliano y sus compañeros acacaban francamente cansados.
Aquel día, después de la primera hora de entrenamiento, el profesor los reunió y los mandó a los vestuarios a ponerse unas camisetas de colores. Iban a jugar un partido durante los siguientes treinta minutos.
"Los de camiseta roja a mi izquierda, los de camiseta amarilla a mi derecha", indicó el entrenador cuando salieron otra vez al campo.
Todos se preguntaban que habría de especial en aquel viernes. Muy pronto tuvieron la respuesta. Desde uno de los arcos se acercaba un grupo de gente. No lo podían creer, eso si que era una magnífica sorpresa. ¡ Caray, si San Palermo, Maradona, Schelatto"!, exclamó Maximiliano, todavía incrédulo. "Además, los acompañaba el entrenador de Boca".
Parecía imposible, pero era verdad. Los rostros que aparecían en la colección de sus figuritas estaban allí..., e iban a presencia el partido. ¡ Eso sí que era suerte!
Después de la grata sorpresa, el profesor les explicó que si alguno de los miembros del equipo resultaba elegido, podría entrenar durante el resto de la temporada con los jugadores de Boca.
A Maximiliano se le hizo un nudo en la garganta,, y casi le temblaban las piernas ¡Qué oportunidad!...
Con la pelota en el medio del campo, comenzó el partido. Como era de esperar, todos se esforzarán al límite y cuando los tres toques de silbato indicaron el final, se arremolinaron en torno al profesor y, siguiendo una orden de éste, el grupo se dirigió a los vestuarios.
Maximiliano había conseguido el único gol de su equipo con un tiro libre, superaron hábilmente la barrera que la defensa contraria había dispuesto a pocos metros de la pelota. Aún así, los miembros del equipo de camiseta roja había perdido por dos a uno. Todo hacía suponer que el elegido sería un integrante del grupo de camiseta amarilla.
Recién duchados y con el pelo aún húmedo, regresaron al campo, todos comentaban las incidencias del partido y se preguntaban quién sería el elegido. Conversando entre ellos, estaban Palermo y Maradona, mientras Schelatto firmaba autógrafos y repartía apretones de manos.
-"Pues bien, si guardan un poco de silencio, el entrenador de Boca los dará a conocer la decisión que han tomado"- dijo el profesor.
"Primer lugar quiero felicitar a los miembros del equipo amarillo por su victoria y a todos los jugadores en general por la pasión demostrada durante el partido.
Y en segundo lugar, destacar a un jugador; un jugador que no le ha protestado nunca al árbitro; un jugador que ha ayudado a levantarse a los contrarios y que no ha cometido ninguna falta, virtudes imprescindibles en un buen deportista, además de conseguir un precioso gol -añadió el entrenador con una sonrisa en los labios, mientras se dirigía hacia el elegido. "Maximiliano, bienvenido a Boca".
Al llegar a su casa, "el héroe" no paró un solo minuto de contar todos y cada uno de los detalles del partido. De cómo Palermo lo felicitó por el gol conseguido, o de la despedida de Maradona y Schelatto cuando le dijeron: - " te esperamos el lunes, no faltes". Todo había sucedido como en un cuento y con la excitación Maxi se olvidó incluso de cenar. Un buen vaso de leche caliente y ¡ a la cama!
Habían sido demasiadas emociones para un solo día. Mientras se cepillaba los dientes y se miraba al espejo recordó una de las frases que le había dicho su profesor cuando se marchaba, y que aún sonaba en su mente: " jugar al fútbol es muy importante, pero, Maximiliano, no olvides nunca que para poder hacerlo deberás continuar obteniendo tan buenas calificaciones en tus estudios como hasta ahora".
El lunes siguiente no se hablaba de otra cosa en el colegio, y Maximiliano era asediado por los compañeros, que trataban de conocer todos los pormenores de lo acontecido el día anterior en el polideportivo.
Algunos de los integrantes del equipo de fútbol mostraba orgulloso el autógrafo conseguido, y contaba como Schelotto había estado "peloteando" con él.
Cuando el timbre avisó con su estridente voz que el día escolar había terminado, Maxi recogió su mochila con rapidez y se encaminó hacia la parada del colectivo que lo conduciría a los campos de entrenamiento de Boca.
"-¡Hola, Maxi!- le gritó Maradona desde el césped donde realizaba ejercicios de abdominales- Pasá al vestuario y cambiate de ropa".
Maxi, al pie del campo, se frotaba los ojos sin poder creer que estaba allí, y que todos los jugadores que se entrenaban no eran sus compañeros de colegio habituales, sino sus ídolos favoritos.
Con la ropa de entrenamiento, se dirigió al preparador físico para ponerse a sus órdenes.
"- Creo que el otro día conociste a Palermo"- comentó el entrenador.
" Sí, en el colegio" - respondió Maximiliano, tímidamente.
"- Pues bien, ve con él y que te presente al resto del equipo. Luego te quiero ver corriendo con los demás; aquí se viene a trabajar, no a mirar" - dijo el preparador con voz enérgica.
Después de media hora, Maximiliano no podía ni con el peso de sus botines; estaba realmente agotado... ¡ Esto sí que es un entrenamiento duro! - exclamó, ahora entendía porqué los futbolistas profesionales son capaces de correr noventa minutos y entregarse a fondo en cada partido.
Mientras terminaba de entrenar, pensaba con esperanzas: " Ahora sí que voy a tener mi propio equipo". Pero...éste es tema de otro cuento.
Vanesa Ianniello
1º
Año Polimodal
En los cálidos días del estío
Estás
tú.
En las frágiles hojas del otoño
Estás
tú.
En las alegres alas de septiembre
Estás
tú.
En el helado aliento del invierno
Estás
tú.
Dime qué frontera debo cruzar
Para llegar a tu
corazón.
¡ Y así te podré amar !
Karina Aberbaj
1º
Año Polimodal
|
|